La política global de la cultura popular

8 Dic

Al hablar de política y cultura popular debo citar a John Street, que en su obra del año 2000 (con el mismo nombre) ha analizado diversos campos que merecen nuestra atención. Según Street, la cultura popular se ha empleado muchas veces como símbolo de la mundialización por la facilidad que muestran sus iconos para estar en cualquier parte del mundo. A Mel Gibson, a Madonna, a Guns’n’Roses o Parque Jurásico se los conoce tanto en Brasil como en Bélgica; en Tokio o en Toronto.

La omnipresencia de la cultura popular y su atractivo, al parecer mundial, demuestra la existencia de una cultura global que trasciende o transforma las culturas nacionales.


El punto de partida de su análisis es que la producción y distribución de cultura popular es de importancia fundamental para la experiencia del que la consume. Pero esto depende de muchas formas, aunque se supone que tenemos la capacidad de rehacerla para que encaje en nuestros propósitos.

Street cita a Paul Willis (1990), quien afirma que, al parecer, los consumidores solo podemos acceder a lo que, en el momento de la producción, deciden los músicos, los empresarios y los burócratas, de acuerdo con las normas que imponen las administraciones y los juristas, y en respuesta a unas determinadas condiciones tecnológicas.

Hablamos del fenómeno de la globalización, que abarca múltiples dimensiones. Una de ellas es la producción, o los medios empleados para elaborar los mecanismos culturales. Otra dimensión es el producto en sí mismo. Así pues, podemos decir que la globalización puede aplicarse a la producción, la distribución y el consumo, y en cada una de esas dimensiones, la política tiene un papel y unas consecuencias distintas para la cultura popular. Porque la producción internacional de cultura popular es parte de un sistema transnacional de corporaciones.

Street dice que hay dos formas de interpretar esta aspiración a un consumo global. La primera es considerar que existe una sola cultura común; la segunda, un pluriculturalismo global en el que los consumidores eligen entre un variado conjunto de formas y estilos culturales. Hay pruebas que avalan ambas versiones. También es cierto que casi todas las culturas se han fortalecido gracias a un cruce de culturas.

La actual distribución de la cultura popular depende de procesos típicos de las estructuras nacionales. Esto se hace más evidente en la forma de organizar la radio y la televisión, donde la mayor parte de los espacios están dedicados al comercio. Los gobiernos tienen la potestad de privilegiar ciertos aspectos de la comunicación, y la influencia de la cultura extranjera depende de las estructuras y fuerzas específicas de las administraciones locales o nacionales.

Street advierte que hay que ser cautos a la hora de analizar este fenómeno, porque muestra el desplazamiento del poder cultural y comercial, es decir, el contexto en el que operan los procesos políticos. Es evidente que los procesos políticos y la distribución del poder configuran la tendencia a la globalización.

2 respuestas to “La política global de la cultura popular”

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